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sábado, 24 de noviembre de 2007

rutina.

Siempre vimos nuestro país con nostalgia, nuestras relaciones, los paseos, los viajes, los sitios nuevos, todo en general. Es curioso pues somos una familia numerosa, hijos de una madre bastante moderna (liberal en todos los sentidos).

Nunca estuve claro de que tipo de factor era ese de la nostalgia, a veces era más negativo que positivo, pero ya era un padecimiento normal en la familia. Luego de vivir por años en la misma casa y seguir a un patrón de mudanzas injustificadas; siempre terminábamos extrañando algo. Vivimos como se nos fue posible. Como todo el mundo, ¿no?

Hasta ahora, ha sido casi imposible enumerar los posibles culpables de la muerte de mamá. Nunca estuvimos claros de qué y como paso. La realidad es que la extrañamos muchísimo. Aunque suene ridículo nos pasamos el día haciendo notas de memorias que teníamos con la vieja. Eran muchas, normalmente parábamos cuando no aguantábamos el sueño; era cosa de casi todos los días.

Luego de meses en la misma rutina, decidió morir Joel.

Nadie lo extrañó.

Los fanáticos


Siempre lloraban, más que una costumbre comenzaba a ser casi un reflejo. Nunca pudieron confesar en publico el motivo real por el cual lo hacían, pero igual, para el público dejo de ser un milagro.

Luego de varios meses de asistir al mismo café a ver al mismo grupo de personas llorar sin motivo, en tarima, con música de fondo (la misma música), cualquiera consideraría huir.

En cambio, el caso de este grupo de fanáticos (unas 14 o 15 personas) era peculiar. Cuatro de ellos, dos parejas, siempre habían asistido al lugar, mucho antes de que el espectáculo se iniciara, incluso antes de que la tarima se construyera. Meses antes de que comenzaran esas noches, se asistía los domingos a la misma hora entre 9:30 y 9:37 de la noche a contar recibos y estrujar papeles en público. Era todo un espectáculo, cada 37 o 38 recibos o servilletas desechadas se tocaba una campana y la casa invitaba una ronda de copas. Nunca se supo quien contaba, pero la realidad era que todo el mundo salía con la cabeza al nivel e las rodillas (literalmente). El licor o la acción de eliminar memorias de debito (y memorias en general), tenía efectos fisiológicos severos en la postura de la gente que asistía esas noches. Luego de varias semanas de asistir con religiosidad, algunos de los participantes (todos solteros) desarrollaban un abultamiento extrañísimo sobre la cadera izquierda. Nunca se tuvo un diagnostico claro de por que y qué producía esa reacción, pero después dos semanas de no asistir, la hinchazón bajaba dejando una cicatriz rarísima parecida a una quemadura.


eaic.


Si algún día, digamos: quinientas (500) personas, se abrazaran al mismo tiempo en un perímetro determinado de no menos de tres (3) o cuatro (4) millas al cuadrado; sin convocatoria previa, ocurría lo que en algunos sitios (y épocas) le llaman, "hueco".La palabra hueco, definida en el diccionario como vacío, cóncavo, abertura ó intervalo de tiempo o lugar. En esta ocasión específica, hace referencia a un tipo de abertura en el espacio-tiempo particular de lo que otros llaman vulgarmente "eaic" que proviene de la siglas en español EAIC (Estado de Amor Inconciente en el Colectivo).

El mismo es un fenómeno propio de ciudades pequeñas, recientemente visto en barrios poblados, en su mayoría por deambulantes o niños no mayores de ocho (8) años. Es curioso como el fenómeno se ha desarrollado en los últimos treinta (30) años, originalmente se le consideraba una reacción poco común en grupos de personas de niveles sociales similares; en ocasiones de soledad, desesperación, o fe.


Casi siempre, por lo menos en diecinueve (19) de los treinta y dos (32) episodios registrados, la gente que padecía del fenómeno (en su mayoría) tenían síntomas de caries y manos sucias. Es interesante como también en la mayoría de los casos eran personas no del todo desconocidas, resultó que, inmediatamente luego de las primeras dos semanas de investigación superficial, que mucho más allá de ser personas no del todo extrañas entre sí, eran personas que coincidían con frecuencia en espacios abiertos. Además, en catorce (14) de esos diecinueve (19) grupos mencionados anteriormente, 38% de los participantes del fenómeno, sus familias se habían relacionado en espacios de trabajo, organizaciones o espacios vocacionales.


En la actualidad, aunque ya no son tan frecuentes, se ha devuelto la mirada a este tipo de fenómeno, ocasionalmente con esperanzas de encontrar alguna dirección que nos diga como aprender a mirarnos de nuevo. A pesar de que la intención a priori de los estudios es justificada públicamente por trivialidades como la salubridad de los abrazos y la relaciones afectivas entre desconocidos; lo realmente interesante es que la comunidad científica haya decidido verter nuevamente horas de labor a este tipo de estudio. Curiosamente desde el mismo momento en que se publicó la primera comunicación de que se rescataban los archivos de los “eaic”, los científicos y amantes de objetos comunes han comenzado a morir milagrosamente.